Querido diario...

Segunda parte de: MangaVision
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  El reconocimiento social que reciben los autores es tan grande como sus ingresos económicos (que no derivan sólo de las páginas que dibujan, sino también de los productos derivados de ellas). En Japón no solo es famoso el personaje de exito, sino tambien el dibujante que le da forma. Aunque el profesional se enriquece y adquiere prestigio, su vida esta consagrada al cómic de tal manera que muchas veces acaban siendo esclavos de la mesa de dibujo. Cada artista de éxito tiene un editor asignado, y para mantener la estrecha vigilancia, editor y dibujante pueden llegar a convivir. Es la mejor manera de asegurarse que la estrella entrega a tiempo. En Japón hay decenas de miles de dibujantes y aspirantes a profesionales, y, aunque están muy bien recompensados, proporcionalmente son pocos los que alcanzan la cima de la carrera (como ocurre, por otra parte, entre los cineastas, los músicos, los actores).

  El camino de un dibujante puede empezar en una escuela de cómic (la más célebre tal vez sea la del guionista Kazuo Koike, Gekigason Juku, fundada en 1970, de la que han surgido artistas hoy célebres como Rumiko Takahashi, Tetsuo Hara), aunque la mayoría son jóvenes autodidactas. A la edad de l8 años, el artista incipiente ya se puede haber introducido en la profesión para cumplir lo que será su auténtico aprendizaje: el trabajo en el estudio de un dibujante famoso. De la misma manera que Hergé contaba con ayudantes para completar sus álbumes, los dibujantes célebres japoneses se permiten el lujo de destinar parte de sus ingresos a mantener un estudio donde se realiza el trabajo en cadena, más organizado y detallado todavía que el que se hace en el sistema americano (guionista-dibujante a lápiz-entintador-colorista). Esta mecanización permite mantener la producción al agotador ritmo requerido, sin perder ni la identidad del autor ni los mínimos imprescindibles de calidad. El trabajo en equipo es la única manera de entregar cien páginas al mes y conservar la dignidad artística.

  Sin embargo. para prosperar, el joven artista deberá apartarse del maestro y buscar su propio camino pues en Japón artista y obra están unidos de tal manera que muy pocas veces un título ha cambiado de dibujante una vez iniciado. Lo natural es que cuando el autor decide finalizar la serie, ésta simplemente desaparezca, lo que no significa que se extinga su eomercialización en diferentes formas. El joven artista que ha decidido iniciar su propia carrera podría no tener éxito, y entonces entrará en una situación difícil, pues los editores, que trabajan en estrecha relación con el autor, atienden únicamente las sugerencias del público.

  Los lectores influyen no sólo en el contenido de las revistas, sino también en el desarrollo argumental de las series; claro que también en Estados Unidos se deja notar la presión de los aficionados a través de las cartas, por no hablar de las ventas. Pero si el autor tiene éxito, probablemente será millonario a muy temprana edad.

  Uno de los mayores hallazgos comerciales que se conocen en los últimos tiempos en Japón es Sailor Moon. Serie que ha hecho multimillonalria a Naoko Takeuchi con sólo veinticinco años. Akira Toriyama, autor de series tan lucrativas como Dr. Slump o Dragon Ball, ganaba más de trescientos millones de pesetas anuales antes de cumplir los treinta. Hirohiko Araki consiguió colocar una serie que le ha hecho rico en la revista más vendida del mundo, el Shonen Jump semanal. Cuando se publicó el primer episodio de La extravagante aventura de Jo Jo, en 1987, Araki tenía veintisiete años y ya una carrera importante a sus espaldas. El mismo padre del cómic japonés, Osamu Tezuka. creó su primera serie con veinte años, y con veintiuno ya tenía un superventas, Shin Takarajima (La nueva isla del tesoro).

  Los artistas japoneses no sólo se afanan por cumplir con la caudalosa producción que se les reclama (extenuante, incluso con la ayuda de sus "estudios"), sino que además suelen demostrar una versatilidad desconocida en Occidente. Aunque muchos exprimen hasta el máximo el jugo de la fórmula que les ha dado fortuna, también es habitual que el mismo dibujante salte de la comedia al terror, y luego al romance o la aventura.

  Lo normal es que el autor sea guionista y dibujante en una sola pieza, pero también existen los dibujantes que ejercen de guionistas (Go Nagai, Katsuhiro Otomo), los dibujantes que no escriben guiones ( Ryoichi lkegami, una de las manos más solicitadas del Japón) y los guionistas que no dibujan (algunos tan prestigiosos como Kazuo Koike, Kazuya Kudo o Yoshiyuki Okimura).El éxito no trae consigo solamente dinero y fama. sino también urgencias editoriales y exigencias difíciles de soportar, no ya para un artista, sino para un ser humano. El espíritu de trabajo está fuertemente arraigado en Japón, pero el exceso de entrega produce 10.000 muertes anuales y 80.000 trabajadores con síntomas de "enfermedad laboral". A esta estadística, no cabe duda, la profesión viñetera también hace su aportación.

Este es el Fin